Donde la literatura y la maldad se toman un té

miércoles, 30 de marzo de 2016

Yo también quiero ser escritor (11)

Bien, bien, hierbajos. Vengo hoy con la última entrada sobre puntuación.

Sé que todos estáis deseando que acabe de una vez con este tema para que podamos dedicarnos a otros menesteres. Y he de confesar que, una vez que ya he hablado del punto y coma, signo que tanto amo, yo también estoy deseando cambiar de tema. Por fortuna para todos, el signo del que vengo a hablaros hoy tiene pocos usos en Literatura, así que la entrada va a ser cortita.

Así que… ¿tú también quieres ser escritor?

Pues sigue leyendo.

lunes, 21 de marzo de 2016

Muérete ya, coño - Los Innombrables (17) kinkiest, digo quinquies

Buenas, buenas una vez más, queridos hierbajos.

He regresado. Ya podéis dejar de llorar.

¿Dónde estábamos?


A los polis el «experto» en idiomas aquel les había hecho una pregunta mazo de chunga, de esas que ni un cociente de 170 puede desentrañar. Pero bueno, al final los personajes se estrujarán las neuronas y decidirán que su siguiente objetivo debería ser encontrar a los dos pobres y desarrapados inmigrantes aquellos del lenguaje primitivo.



Bien, siguiendo esta nueva línea de investigación es como la poli amiga de los viejos termina haciendo una pirueta y enlazando de manera así como muy casual todo el tinglado de las muertes de los viejos verdes con una mafia de prostitución a la que ella había estado investigando al comienzo de la historia. Resulta que los de la mafia conocían al albino chungolandés (no sé cómo ni por qué), aunque esto carece en realidad de importancia porque: a) al albino aquí ya la ha diñado, b) estamos casi al final de la historia, c) esta mafia no ha intervenido en toda la novela y su papel en lo que queda de ella van a ser simplemente un par de escenas sin relación ni influencia alguna en el desenlace. Pero el caso es que la poli se mete en la guarida de los mafiosos, que la atan a una silla y comienzan a torturarla (la electrocutan con una porra eléctrica, le pelan la cabeza a navajazos haciéndole un montón de cortes…), hasta que ella se lanza un farol diciendo que es la novia del albino, cosa que también carece por completo de importancia o repercusión en la cadena de acontecimientos porque a continuación los mafiosos encuentran la placa de ella y se dan cuenta de que es poli. Como la poli todavía no puede morirse, porque entonces se nos acaba el libro y no hemos resuelto el «misterio», ¿qué hacen los mafiosos?, la dejan cao, la maniatan y la tiran a un pozo negro (que es básicamente un pozo lleno de mierda en el sentido más literal de la expresión, y que además se va a inundar porque está lloviendo).
Pero ya hemos quedado en que la poli no puede morir, así que por supuesto la han maniatado muy mal y puede deshacer el nudo con facilidad cuando recobra la conciencia, el pozo además no solo da la casualidad de que está rompido y no se inunda sino que encima es un pozo muy poco profundo, porque la tía se pone en pie y levanta la trampilla que lo cubre. ¡Tachán! Pero no he acabado. Cuando la poli sale del pozo, se encuentra con un indio americano que le habla muy chamánicamente y le da consejos profundos para ayudar a su alma de piel pálida. Debéis de creer que estoy de broma. No lo estoy. Todo esto es cierto.
Dadas las circunstancias, casi que ni merece la pena pararse a considerar el hecho de que la niña está cubierta de cortes y otras heridas, en los que sorprendentemente no se dan un festín la gangrena y todo tipo de infecciones cortesía de las aguas de cloaca del pozo (en este pozo, además, hay un cadáver humano ya en muy avanzado estado de descomposición [«No supo cuánto tiempo estuvo agitándose entre chillidos, pero, en ese plazo, terminó de comprender que los estúpidos gorilas del gimnasio (los mafiosos) la habían metido, casualmente, en el mismo agujero en el que Pável (el albino chungolandés) había escondido los restos descuartizados del novio de la chica (la puta niña)». Sí, se pone a chillar como una posesa. Un comportamiento muy lógico en una policía que se supone que está acostumbrada a tratar con asesinatos y tal]). Todo está okay. Seguimos adelante.

jueves, 17 de marzo de 2016

Muérete ya, coño - Los Innombrables (17) quáter(back)

Esto… ¿cuántas van ya? Cuatro. Creo que son cuatro.

Pues eso, aquí os vengo con la cuarta entrada de este evento. Toda vuestra.


¿Recordáis dónde nos habíamos quedado?

El viejo verde ruso y la puta niña están huyendo del albino chungolandés por una escalera de incendios, en mitad de un incendio (provocado por el albino chungolandés) [Zarza: esas escaleras suelen estar pensadas para ir... en fin, hacia abajo]. Pues de entre el humo sale la mano del albino y se mete a la puta niña con él pa'l humo. Y el humo, he de decir, se comporta muy raro en esta historia, porque no solamente no afecta al albino ni le hace toser, sino que además debe de ser denso como un muro de ladrillo, que no se ve NADA: algo en plan «aquí hay humo denso y chungo» y a partir de esta línea mágica «aquí no hay humo, nada de nada», o me dirás tú cómo es posible si no que el viejo verde ruso esté a punto de coger de la mano a la puta niña y de pronto salga la mano del albino (solo la mano) y arrastre a la puta niña fuera del área de visibilidad. A continuación se escuchan los chillidos de la puta niña y al viejo verde ruso le tiran un pie a la cabeza [proyectiles biológicos, muy a lo Serie B] y el viejo «Permaneció vigilante pero dubitativo, y pensando cómo socorrerla. Sin embargo, esos minutos de duda eran letales». ¡¡Minutos!! «Por desgracia, no era capaz de levantarse; los dolores de los pies eran insoportables y se lo impedían [Ortiga: ya iba siendo hora]. De forma que se colocó el arma en la cintura y trepó por los escalones sin dejar de mirar hacia atrás».
Entre tanto, el albino chungolandés y su hacha tienen a bien permitir que el pobre anciano tullido se arrastre desarmado escaleras arriba. Atacarle ahora sería muy abusón de su parte. Ya cuando el viejo verde ruso alcanza el octavo piso y se para a recuperar el aliento, aparece el albino y le arrea una patada:
«"El revólver, el revólver", pensó Nick con rapidez.
Trató de sobreponerse y agarrar el arma, a la vez que, con el rabillo del ojo [Zarza: no por el rabillo, CON el rabillo], veía cómo Pável (el albino chungolandés) sacaba un punzón y se agachaba sobre él.
"¡Mío!", pensó al alcanzar su revólver.
Colocó la boca del cañón contra las costillas de su atacante y buscó el disparador con el dedo índice. Sin embargo, la fina punta del punzón, clavándose en su antebrazo, le bloqueó los músculos y le impidió hacer fuego.
Nikolái gritó, chilló como un poseso y le atizó una patada en la cara al albino [Ortiga: y no le duele. Además, me pregunto en qué ángulo se encuentra el albino para que esto sea posible. También me pregunto si el viejo verde ruso tiene los pies escayolados, que no me lo han dicho. Tiene que doler que te arreen con una escayola]. Después se alejó a rastras para que no lo dejara tan lleno de agujeros como un queso gruyer [Ortiga: received text. Del triste, además], pero Pável se fue tras él, cojeando como si fuera un robot con una pierna averiada [Ortiga: no recuerdo si hay un motivo para esta cojera]. Nick, antes de que lo alcanzara, apuntó lo mejor que pudo y apretó el gatillo, si bien no hubo ningún disparo.
"¡Condenada ruleta rusa!".
Apretó el disparador varias veces más.
"¡¿Cómo es posible?!" [Ortiga: pues porque así le da como más emoción a la cosa, ya sabes].
El gigante llegó hasta él, con el hacha de cocina en una mano y el punzón en la otra, y con una calma terrorífica, [Ortiga: no cierres incisos que no has iniciado] se lo clavó en el hombro derecho. Nick soltó un alarido. Luego Pável se lo hundió en el izquierdo.

viernes, 11 de marzo de 2016

Muérete ya, coño - Los Innombrables (17) tris (tras), digo tres, digo ter

Y… sep, vuelvo a seguir siendo una furcia. Pincha AQUÍ si te perdiste la entrega anterior.

De nada.


Total, que llegados a este punto los dos viejos verdes que quedan deciden que ya va siendo hora de contarle a la poli la interesantísima historia de sus vidas como ex asesinos, torturadores, traidores y otras lindezas varias durante la guerra. Y, para no quedarse con las ganas, nos van a contar tanto sus dos historias como las de los muertos. Durante más de veinte páginas. Todo esto me lo he saltado íntegro, ni me he molestado en hacer lectura diagonal. Teniendo en cuenta el resto de la narración, ya sabíamos todos que los viejos estos no eran precisamente unas hermanitas de la caridad, los detalles en este caso son irrelevantes a nivel narrativo, dado que nada tiene que aportar al inexistente núcleo. Saltarme esta parte solo me ha supuesto un problema de compresión MUY puntual de cara al resto de la novela: cuando aparecía finalmente el malo, yo no tenía del todo claros los detalles de por qué se la tenía jurada a los viejos verdes (aunque me hacía una idea bastante aproximada de por dónde iban los tiros). De todas formas, el malo se marca un monólogo malvado cuando aparece y tiene a bien resolverme mis escasas dudas, así que… bien está lo que bien acaba y yo me quedé tan contenta con veinte páginas menos de suplicio.

Bueno, a ver, vuelvo a la parte en la que los viejos deciden contar la historia de sus vidas. Resulta que se llevan a la poli a un… sitio, no sé dónde. Todo en plan chungo y misterioso, dun dun duuun, y a la poli la recogen unos gorilas que nunca antes habían salido [Zarza: del zoo] y la meten en un coche y se la llevan al sitio que nadie sabe dónde está. Y allí nos encontramos al hacker de los cojones, que nos dice que para entrar tienen que desnudarse todos y pasar un escáner (porque es una habitación limpia de micros y tal y él tiene que asegurarse de que nadie meta en la sala objetos no autorizados que comprometan la seguridad [por qué coño tanto teatro ya es una pregunta que no puedo contestar]). El caso, que se tienen que desnudar todos (quedarse en ropa interior). Y el hacker les pasa un detector y tal y, como es un pervertido repugnante (exactamente igual que el resto de personajes masculinos de la narración [salvo el albino chungolandés, que solamente está desquiciado perdido, el pobre]), ¿qué hace? Entre que pasa el escáner, aprovecha la oportunidad y le mete mano a la poli, así que se lleva una yoya. Toda esta escena tiene lugar en presencia de los dos viejos verdes (uno de ellos es el mentor de la poli, y nos venden que la considera como una especie de hija). También están ellos presentes (y me consta que la edad todavía no les ha dejado sordos) cuando el hacker admite que en realidad no hacía falta que nadie se desnudase (podría haberles pasado el escáner con la ropa puesta), pero ya que había una moza… pues por aprovechar. Quiero pensar que mi padre tendría algo que decirle a un subordinado suyo si el gilipollas en cuestión intentase gratuitamente y sin mi consentimiento meterme mano (con yoya o sin ella) en su presencia. Esto se llama acoso sexual, y me gustaría que el narrador dejase de intentar venderme cosas que sus personajes no sostienen.

Al siguiente viejo a por el que va el albino chungolandés es uno al que llamaremos el viejo verde ruso, que es un ex espía soviético. A este le envenenan, le cortan de un hachazo los dedos de una mano, le zarandean un rato… y el viejo (que además ya era cojo) todavía tiene arrestos para descolgarse por la ventana de la casa (con una sola mano) y saltar al callejón para huir (así es como se hace astillas los huesos de ambos pies, todos ellos, pero SOLO los pies [hemos quedado en que los viejos son unos sobrados, pues son sobrados hasta para esto]). En fin, como el viejo verde ruso se queda inconsciente (y de todas formas tampoco hubiera podido llegar mucho más lejos [Zarza: no le subestimes]), el albino chungolandés se lo lleva a una nave abandonada y le hace un par de remiendos a la espera de que el viejo vuelva a despertar para torturarle. Nos dicen que el viejo verde ruso está cao un par de días, y a mí me gustaría saber cómo hace para las funciones vitales básicas mientras está atado a una mesa de tortura esas 48h, ya sabéis: mear, cagar… beber. Cuando finalmente se despierta, el narrador no nos dice que el albino chungolandés le tenga precisamente conectado a una sonda (vamos, que los dedos amputados se los ha remendado con cinta adhesiva, así que os podéis hacer una idea). Bueno, el viejo verde ruso es un sobrado, confirmación número… err… 6627398. Okay. Pues el albino chungolandés le hace a nuestro viejo un montón de torturas chungas que aprendió en Chungolandia (le agujerea con ácido, básicamente [Zarza: y luego… ¿le pone un corcho para remendarlo? Los recursos médicos de este hombre parecen sacados de Art Attack]). El objetivo es interrogarle sobre cómo acceder a la pashta gansa que los viejos tienen guardada en mazo de cuentas opacas por el mundo. Por supuesto, toda la escena de la tortura tiene cero interés narrativo, pero a la gente le gusta el morbo, así que… why not?

sábado, 5 de marzo de 2016

Muérete ya, coño - Los Innombrables (17) bis

Buenas, buenas, hierbajos. ¿Queréis que sigamos?

Qué tontería. No sé por qué me molesto en preguntar.

A ver, al grano. Vengo hoy con las citas y destripes diversos de la novela de la que os estuve hablando en mi anterior entrada: Nunca es tarde para morir, de Pablo Palazuelo Basaldua.

Atención spoilers:

La narración comienza con un prólogo que, si bien me parece una escena bien escogida para un comienzo y genera intriga en el lector, cuando avanza la historia nos damos cuenta de que es una de esas líneas adicionales que son por completo prescindibles para la trama. Resulta (creo haber entendido) que nos están contando la historia no ya de uno de los viejos verdes sino de los padres de uno de ellos (o algo así). ¿Te crees que esto me importa? No. Fíjate lo importante que debe de ser para la trama que me la he saltado muy alegremente y aún así no he tenido problemas para seguir la historia [mentira: he tenido unos cuantos problemas, pero no por culpa de haberme saltado esto en concreto].

Tras el prólogo y otro capítulo que también nos cuenta cosas del pasado del los personajes, comienza la narración en el presente más cercano. Los cinco viejos verdes vuelan desde sus respectivas residencias en diferentes puntos de Estados Unidos para arrejuntarse en un mismo sitio a jugar al póquer. Después de una larga partida de póquer con muchas notas a pie de página, que me he saltado (la partida, no solo las notas), uno de los viejos conoce por fin a la puta. Esta mujer más bien habría que decir que es una niña, porque los propios personajes afirman que no aparenta más de dieciocho años. El caso es que, en tanto que personaje, esta muchacha (en adelante, la puta niña) es una gigantesco cartel de neón que grita «SHHHH» muy intrigantemente. Quiero decir, desde el momento en que entra en escena, el lector puede darse perfecta cuenta de que solo hay dos posibles desenlaces para este personaje: o bien el autor no sabe construir un personaje y no se está dando cuenta de que las cosas que hace no tienen sentido (como lo de relatarle su trágica historia vital al primer viejo verde desconocido que se le cruza por delante y confiar en él alegremente, con varios de los viejos verdes en encuentros sucesivos) o bien el autor no sabe construir un personaje y además el personaje es de los malos (y además tiene la sutileza de un ladrillo que se te cuela en casa a través de una ventana cerrada).
En este caso, el personaje es de los malos. Y durante toda la historia hay un irritante tira y afloja por parte de los demás personajes para intentar decidir si creen que está metida en el ajo hasta las trancas o es simplemente alguien inocente de quien los malos se están sirviendo para lograr sus fines. El caso es que, al mismo tiempo en que narrador y personajes te están intentando convencer de que este personaje es incuantificablemente superdotado [ya pondré ejemplos concretos de su brillante inteligencia, no os va a decepcionar], también te están intentando convencer de que es una pobre subnormalita que no se da cuenta de que alguien la está utilizando y el trabajo para el que dice haber sido contratada apesta a tres kilómetros de distancia. Claro, makes sense. Ahora que, el colmo de los colmos para este personaje es cuando llega el final de la historia y resulta que no solamente estaba metida en el tinglado hasta las trancas, la puta niña está como una jodida regadera y sigue matando peña gratuitamente una vez que el misterio ya ha sido resuelto y el resto de los malos (incluido el cerebro «pensante» tras la operación) han sido abatidos o arrestados (más de lo primero que de lo segundo).
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